25. La creatividad

La transformación tendrá que darse en el ámbito sociocultural, y no en el tecnológico, como nos hace creer la institucionalidad, lo que implicará llevar nuestra imaginación hasta el límite para crear otros mundos. Deberemos repensar todos los aspectos materiales de nuestra existencia y transformar profundamente nuestro interior, nuestros esquemas de valores, de deseo y de satisfacción. Necesitaremos una ética radicalmente distinta a la construida para justificar el funcionamiento actual del mundo, y entender que la realidad de la crisis no reconoce líneas divisorias entre países, ni etnias ni religiones. Necesitaremos sabiduría para generar la bondad amorosa[63].

Las culturas ancestrales estarán en el centro de esta transformación: sus maneras de interactuar con la naturaleza y de entenderse como parte de ella desde sus construcciones espirituales. De ellas aprenderemos la importancia del pensamiento: el trabajo de la mente y el corazón para agudizar la sensibilidad frente a la existencia y desplegar la imaginación que nos brindará las soluciones. El retorno a los oficios nos pondrá de nuevo en relación con nuestros cuerpos, será la meditación que les abrirá camino a economías colaborativas basadas en la cercanía y la austeridad, a formas de organización justas y solidarias de costos energéticos acotados.