12. Los esclavos energéticos

Tengamos esto en mente: el trabajo de un humano muy fuerte podría generar entre 75 y 100 vatios, la energía que consume una sola bombilla[24]. Las energías fósiles son las que trabajan hoy por nosotros, a la manera en que, en la antigüedad, animales humanos y no humanos esclavizados se encargaban de hacerlo. Podríamos entender la mayor parte de los aspectos de la vida moderna como el producto del trabajo de esclavos, ahora energéticos, en alusión al número de personas que requeriríamos, en jornadas de tiempo completo, para empujar tractores y camionetas de lujo, elevar de la tierra el avión que nos llevará a la cumbre climática e, incluso, buscar más esclavos.

Un estadounidense promedio, por ejemplo, tendría a su servicio 150 esclavos energéticos al día, y un español, 45[25], necesarios para hacer posible que una pera sembrada en Argentina viaje a Indonesia para ser convertida en jugo y embotellada, y luego cruce de nuevo el océano para ser consumida en California. Cuando Occidente se planteó abandonar la esclavitud como práctica social, las voces más notables de la época tuvieron dudas: sabían muy bien que abolirla implicaba abandonar sus estilos de vida confortables, renunciar a su poder. La magnitud de la crisis actual nos impone cuestionar nuestros privilegios, y para hacerlo, debemos conocer y comprender sus costos energéticos.