13. El abismo

Pensemos en la energía como los apetitosos mangos que cuelgan del árbol. Al principio tomaremos los que están en el suelo, al alcance de nuestras manos; no tendremos que hacer un gran esfuerzo. A medida que nos los comamos, trataremos de acceder a otros más lejanos; deberemos escalar el árbol provistos de alguna herramienta, o quizás pedir ayuda a alguien, con quien, además, tendremos que repartir nuestros mangos. Al final, sólo quedarán mangos en la parte alta, en las ramas más endebles, donde es más probable un accidente o caer desde lo alto. ¿Valdrá la pena el riesgo?

La pócima mágica escasea: consumimos los depósitos de carbón y petróleo relativamente accesibles, y para llegar a los difíciles necesitamos aún más hidrocarburos, correr mayores riesgos[26]. Nos cuesta energía conseguir energía, y en el camino nos va quedando disponible mucha menos[27]. Estamos en el acantilado y recorremos un peligroso camino hacia el abismo: el crecimiento económico impone una extracción que va en aumento, ya sea mediante fracking, de arenas bituminosas o en yacimientos en aguas ultraprofundas: más energía y materiales destinados a su extracción, mayores emisiones, muchos más peligros ambientales. Caminamos por la rama frágil, esa que ya cruje y pronto nos dejará caer.