15. La gran aceleración

Dar espacio a la reparación, al cacharreo, al uso y reuso de los objetos y estructuras que hemos construido en nuestra fase de derroche, hace parte del camino a transitar, de una nueva percepción del mundo. El paradigma científico se ubica en el avance y no en el retroceso, valora la velocidad y no la lentitud, celebra la novedad, y para perdurar necesita de una gran cantidad de energía y materiales que dejarán de ser abundantes. Una sociedad austera, que tendrá que habitar entornos rurales, deberá relacionarse fundamentalmente con la energía solar y avanzar en la activación de un pensamiento adaptado a las nuevas condiciones.
Ser

Alrededor de los años cincuenta del siglo xx, el capitalismo amplió sus fronteras a partir del uso generalizado del petróleo en reemplazo del carbón. La máquina de consumo tomó una fuerza de dimensiones colosales y logró afianzar su dominación incluso en nuestro fuero más íntimo: el deseo. Las sociedades globales tendieron a ser idénticas, y nosotros, en poblaciones cada vez más numerosas, a soñar con vivir como en las películas de Hollywood: manejar grandes vehículos a toda velocidad por autopistas de seis carriles, tener casas en los suburbios con antejardines perfectamente podados, comer hamburguesas con papas fritas y Coca-Cola en platos desechables.

Estas dinámicas de consumo solamente son posibles a partir del uso de energías fósiles de bajo costo que generan impactos sin precedentes: en el siglo xx se consumió diez veces más energía que durante los mil años anteriores, y mucha más que en toda la historia de la humanidad. A partir de 1751 se ha liberado la misma cantidad de emisiones que en los periodos comprendidos entre ese año y 1967 (216 años), 1968 y 1990 (22 años), 1991 y 2006 (15 años) y 2007 y 2018 (11 años)[32]. Las emisiones han crecido un 50 % desde 1997, precisamente el año en que se firmó el Protocolo de Kioto, primer tratado internacional que buscaba reducirlas[33].

Entre 2000 y 2016 se produjeron más plásticos que en los cien años anteriores. Hoy, su masa dobla a la de todos los animales terrestres y marinos[34], que se esfuman a una velocidad mayor a la de las cinco extinciones masivas que ha vivido la Tierra en su historia, entre ellas la que acabó con los dinosaurios: entre 1970 y 2010 desaparecieron el 39 % de las especies terrestres, el 76 % de las de agua dulce y el 39 % de las marinas[35].

Así como multiplicó el consumo, la gran aceleración aumentó los impactos ambientales de manera exponencial. La ruptura del capitalismo fosilista con los límites biofísicos del planeta, con la vida misma, nos conduce por el camino de la autodestrucción.