16. La ciudad

Las grandes metrópolis son la centralidad devoradora que depende de vastos territorios “periféricos”, cada vez más alejados, para sobrevivir; las energías fósiles transportan los alimentos, el agua, las materias primas y las personas que posibilitan su existencia. Gracias a la abundancia de hidrocarburos baratos, hoy incluso es posible habitar ciudades fastuosas, con todas las posibilidades de derroche, en la mitad del desierto. Sólo cien ciudades del mundo son responsables del 18 % de las emisiones[36]. En 2013, en la mayoría de los países, las tres áreas urbanas más grandes generaron más del 25 % de las emisiones nacionales[37]. El 75 % del petróleo del mundo se consume en las ciudades[38].

El dios humeante de las urbes modernas es el automóvil particular, ícono del capitalismo fosilista, representación de la velocidad, la movilidad y, sobre todo, la autonomía. Esta realidad se manifiesta claramente en cifras: se desplazan, en promedio, 1,5 personas por vehículo, desaprovechando el 90 % de la energía; en las ciudades modernas, se destina más del 50 % del espacio público para su circulación y parqueo[39]; además, es una gran carga para la salud pública: cada día, casi 3.700 personas mueren en el mundo en choques que involucran automóviles y motocicletas[40], y en 2016 la contaminación del aire causó 4,2 millones de muertes prematuras[41].