El sistema económico pretende vender una solución a la medida de sus intereses: energías renovables, gas de fracking, autos eléctricos, desarrollo sostenible: la cara fresca de un extractivismo idéntico. La economía crece si se le proporciona energía constante de alta densidad, lo que no sería posible con paneles solares o aerogeneradores que dependen de condiciones externas, de días soleados, de condiciones de viento, de flujos… Es allí donde las fósiles se hacen irreemplazables: condensan una gran cantidad de energía que depende sólo de tenerlas o no. Pensemos, por ejemplo, en el esfuerzo físico que tendríamos que hacer para empujar, junto con otras personas, un carro de dos toneladas que se quedó sin combustible.
Las fábricas de paneles solares y aerogeneradores, y sus procesos de instalación, funcionan con maquinaria que quema combustibles fósiles. El 84 % de la energía primaria que consumimos en el mundo es fósil[51]; la proporcionan el carbón —para la producción de acero y cemento o la generación de electricidad— y el petróleo —para mover buques, automóviles y tractores—, en funciones que no pueden ser reemplazadas por energías renovables. La transición alemana (Energiewende) básicamente sustituye la energía nuclear sin disminuir el consumo de fósiles, lo que mantiene sus emisiones estables desde 2009[52]. En el caso del automóvil eléctrico particular, convertir a electricidad carros y camionetas sólo en el Reino Unido requeriría la mitad de la producción mundial de cobre[53], sin mencionar el litio o el cobalto, extraídos de nuevos territorios de sacrificio para la gran minería.