Dar espacio a la reparación, al cacharreo, al uso y reuso de los objetos y estructuras que hemos construido en nuestra fase de derroche, hace parte del camino a transitar, de una nueva percepción del mundo. El paradigma científico se ubica en el avance y no en el retroceso, valora la velocidad y no la lentitud, celebra la novedad, y para perdurar necesita de una gran cantidad de energía y materiales que dejarán de ser abundantes. Una sociedad austera, que tendrá que habitar entornos rurales, deberá relacionarse fundamentalmente con la energía solar y avanzar en la activación de un pensamiento adaptado a las nuevas condiciones.
Será imprescindible el desarrollo local de tecnologías duraderas, reparables, reproducibles, preferiblemente manuales, que logren incorporar parte del conocimiento acumulado y ajustarlo a las nuevas condiciones de escasez, propendiendo hacia la igualdad[60]. La reconversión de artefactos y estructuras preexistentes será una condición necesaria para la adaptación. La energía captada por fuentes renovables y algunas tecnologías antiguas deberán ser utilizadas para labores específicas, orientadas hacia lo colectivo. En el centro del cambio estará la reformulación del conocimiento de la era fósil, para una realidad más cercana a las formas que han prevalecido la mayor parte de nuestra vida como especie con limitaciones energéticas.