10. El economista

La economía gobierna las sociedades actuales, se impone incluso sobre la conservación de la vida. Su mantenimiento implica que la mayor parte de la población trabaje con el fin de recibir dinero para efectuar transacciones de compra y venta de bienes y servicios en el mercado. Se invierte tiempo, que, dicen, es dinero. Dedicamos nuestra vida a la acumulación de papeles hechos de celulosa (hoy números en los portales bancarios) que tienen valor a partir de un acuerdo social.

El principal indicador de bienestar es el crecimiento del pib, que debe ser infinito, lo que significaría contar con una cantidad infinita de energía y materiales. Contraria a la abstracción económica, la Tierra alberga una cantidad limitada de materiales, además de condiciones restringidas para procesar los desechos. La idea del crecimiento sobrepasa los límites que nos impone la naturaleza, y es la causa directa del colapso ecológico actual.

El mismo capitalismo fosilista pretende pintar de verde su discurso para dejar intacto su modelo de apropiación e intensificación de la desigualdad: desarrollo sostenible, economía circular, crecimiento verde… Estas propuestas pasan por alto la física que relaciona directamente el crecimiento con el aumento del consumo de energía fósil, las emisiones y la desigualdad. Mientras que no hay evidencia alguna de la posibilidad de desligar el crecimiento del pib del mayor consumo de fósiles[21], sí es clara la acumulación de riqueza y su relación con la crisis: el 1 % más rico de la humanidad —alrededor de 63 millones de personas— fue responsable del 52 % de las emisiones acumuladas en la atmósfera entre 1990 y 2015[22].