Diversidad. Austeridad frente al crecimiento infinito. Justicia e igualdad para todas y todos. Si la creación de riqueza destruye el mundo, debemos enriquecernos espiritualmente. La transición es cultural; es, sobre todo, transformación del pensamiento. En el contexto del colapso debemos entendernos como una especie más de la Tierra; como seres que dependemos de la naturaleza y del cuidado colectivo y recíproco en todos nuestros aspectos. Nuestra vida en comunidad deberá tener como objetivo el reverdecimiento de nuestros entornos, la sanación de las rupturas a partir de una visión holística de las dimensiones ecológicas, económicas y sociales que nos albergan.
La crisis debe servir para construir sociedades igualitarias, emancipadas, justas y sustentables, que relocalicen la economía y la organización social, se entiendan con menos energía disponible y aprovechen la de origen solar con tecnologías sencillas y libres. La crisis actual la estamos enfrentando hace mucho y de maneras concretas: cuando practicamos las agriculturas ecológicas, cuando conservamos el monte sin necesidad de ponerle rejas, cuando cuidamos el agua sin represarla ni contaminarla, cuando nos hacemos custodios de semillas libres, cuando compostamos; cuando defendemos la pervivencia de los pueblos indígenas, negros y campesinos[65]. El elíxir es la vida. La vida en el centro. La vida de los ciclos del Sol, el agua y los alimentos. Una vida que logre ser, ahora sí, leve y fugaz como el vuelo de las mariposas.